El 31 de Agosto de 1943, el Mando Naval de la época decidía la instalación permanente de un destacamento en la costa de la “Laguna del Sauce”, para custodia de los terrenos expropiados para la construcción de la futura base, constituyéndose desde un principio en un formidable punto de recalada de los hidroaviones Sikorsky “Kingfisher” OS2U3, los cuales diariamente custodiaban nuestras costas en sus misiones de patrullaje marítimo hasta el arroyo Chuy.
Las primeras instalaciones estuvieron formadas por tres casillas de madera que había construido un carpintero asimilado, en carácter de contratado de nombre Raúl Farías. Dicha persona llevó adelante la tarea aprovechando las maderas con las cuales habían llegado los mencionados hidros. Con suma habilidad Farías las había construido con un techo a dos aguas y con doble pared. Este relato, donde esos restos de embalaje se transformaron en las instalaciones necesarias por prodigios de artesanía, es testimonio del espíritu y tesón de aquellos hombres. A estas construcciones se sumaría una enorme carpa, que serviría como taller y depósito de materiales. Por último, un rancho de barro realizado con las técnicas clásicas de nuestra campaña, el cual sería destinado como alojamiento del personal de tropa y cocina.
Un enorme mástil completaba el austero inventario, en el cual ondeaba orgulloso el Pabellón Nacional. El personal inicialmente asignado estaría formado por un grupo de ocho hombres bajo el mando de un Oficial o un Sub Oficial. Los mismos cumplían las tareas de dar apoyo a los hidroaviones, de seguridad, comunicaciones, meteorología, y todas aquellas propias de una unidad militar. A los efectos de movilizarse se les había entregado una ambulancia y para recorrer la desolada zona, el Servicio de Intendencia del Ejército y la Marina les había cedido dos hermosos caballos.
Con estos nobles inicios, en 4 años estaría finalizada la Base Aeronaval N° 2, formidable construcción que contaba con 4 pistas orientadas en los rumbos cardinales y sus inter cardinales, con 8 sentidos de despegue y aterrizaje así como un hidroaeródromo abierto, que permitía el acuatizaje de todo tipo de hidroaviones constituyendo en su conjunto una excepcional obra sin precedentes para el País.
La existencia de la Base Aeronaval, desde el lejano 31 de agosto de 1943, permitió al Uruguay tener una Aviación Naval sólida, contribuyendo al poder naval brindando aguas territoriales seguras, una defensa de la soberanía adecuada, estratégicamente ubicada en el centro geométrico de nuestra costa, equidistante de los límites laterales marítimos y finalmente, esa propia existencia de la Base, potenció una de las principales actividades económicas como lo es el turismo, así como una ganancia para el Estado.
Como dijera Atilio Frigerio, fundador, primer comandante y pionero de la aviación en nuestro País, contar con una buena base aeronaval es tan importante como contar con excelentes pilotos y modernas aeronaves. La Base encierra a la fuerza aeronaval, que debe ser útil en la paz, para el cumplimiento de su misión civilizadora, y que debe estar lista a lanzarse inmediatamente a la defensa y el honor de la Nación, en los momentos en que la Armada y la República lo requiera. A través de los años fueron muchos los cambios hechos las tecnologías incorporadas, los esfuerzos realizados, y aún así, nunca parecerán suficientes, porque lo bueno, siempre puede mejorarse, y porque además como lo dijera siempre el fundador de la Aviación Naval, CA Atilio Frigerio, “…los deseos vehementes de la Aviación Naval, aún no han sido satisfechos…” indicando la permanente aspiración a la superación de su fundador, la cual ha sido transmitida de generación en generación y que perdura en el sentir del Personal Superior y Subalterno de la Aviación Naval hasta nuestros días.